Nata o tomate
Le digo a mi compañera de piso que voy a hacer pasta para comer
y le encanta la idea.
Sólo al cabo de un rato descubrimos que la imagen que cada una se ha creado
de ese apetitoso plato no tiene nada que ver.
Yo: con tomate casero, chorizo y huevo duro. Al estilo de mi madre.
Ella: con nata, cebolla, salchichas y atún. Receta propia.
Si algo tan sencillo como un plato de pasta puede generar malentendidos,
cómo no van a surgir en las maravillosas pero enrevesadas relaciones humanas.
Si nosotros o nuestras apetencias son tan distintos como la nata o el tomate,
cómo va a ser fácil construir un espacio común, ya se llame familia, amistad o amor.
La única receta que se me ocurre es la comunicación: hablar, compartir, intercambiar.
Y si llega el caso, seguir cada uno su camino, de forma civilizada:
cocinando pasta para dos pero aliñándola a gusto del consumidor.